El país se prepara para celebrar las elecciones generales este domingo 28 de noviembre, no obstante los hondureños viven un ambiente de incertidumbre y volatilidad generado por la violencia política ante los indicios de candidatos implicados en casos de corrupción o redes del crimen organizado.

En esta jornada se elegirá al sucesor del presidente Juan Orlando Hernández, los alcaldes y el próximo Congreso Nacional. Este tendrá la responsabilidad de escoger Magistrados a la Corte Suprema y el Fiscal general del Ministerio Público e instaurar si es posible una misión anticorrupción con respaldo internacional.

La lucha por la democracia hondureña, es el objetivo fundamental, esa independencia y surgimiento de un gobierno autónomo por el pueblo se ha convertido en una utopía, es por ello que en el marco de los 40 años desde la entrada en vigor de la presente constitución hondureña, sus habitantes enfrentan un duro desafío en las próximas elecciones.

Según The Economist, “la anocracia es un modelo que no permite distinguir la democracia de la autocracia, ya que cumplen con los requisitos formales del Estado de Derecho, pero en la práctica la débil institucionalidad está al servicio del clientelismo político. La democracia hondureña tiene un pecado original: el Estado está constituido sobre la base de favorecer élites de poder, en detrimento de las grandes mayorías. Desde las elecciones de 1982 para la constituyente y presidencia de Roberto Suazo Córdoba, fueron unas elecciones para beneficiar no a la sociedad en su conjunto, sino a grupos vinculados a los partidos políticos y a militares que venían saliendo del poder”.